INCOG

Nuestros procesos psicológicos, pueden parecer muy similares de unas personas a otras, pero aunque es cierto que existe una normalización en el funcionamiento básico emocional. En en el momento en que nacemos (aunque en mi verdad este proceso empieza mucho antes), comenzamos a acumular experiencias que van gestando una individualidad y marcando diferencias entre unos seres humanos y otros.


Algunas diferencias serán más sutiles y menos dispares cuando las circunstancias que generan el nicho de conocimiento y experiencias entre unos humanos y otros es similar, creándose unos paralelismos, que los científicos pueden estudiar, medir, cuadrar y organizar en parámetros y números, los cuales ayudan a las tan amadas generalizaciones… esas que a veces nos sirven para tranquilizarnos cuando nos meten dentro del saco grupal y otras para preocuparnos cuando sentimos o nos señalan como alejados de él.

 

En las personas con alta sensibilidad, o a los que a mí me gusta llamar intercognitivos (especialistas en conocimiento interno), se dan procesos muy similares respecto a la gestión emocional, que podría facilitarnos un nuevo subgrupo o saco grupal que sirva para tranquilizar o disminuir la sensación de aislamiento o soledad psíquica… es decir, rebaja la sensación de ser “bichos raros” dentro de una sociedad “normalizada”, dándole mayor normalidad a su sentir y forma de procesar y experimentar la vida. Produciéndose un generador de comunicación e información intergrupal que puede servir de sostención, aprendizaje y apoyo mutuo.

 

La psicología podría ver esto como una forma de escape idealizado a un “anormal” comportamiento o procesamiento de las emociones… pero ésta no puede obviar desde el punto de vista científico, que cuando hay una muestra suficientemente grande de factores repetitivos en un colectivo, éstos pueden agruparse normalizando esa aparente anormalidad, puesto que se le puede dotar de unas características repetitivas, por tanto medibles, agrupables o sumables. Independientemente de que como seres Multidimensionales que somos, no puedan meternos en un laboratorio y medir cada uno de nuestras capacidades y expresiones emocionales y reproducirlas en probeta o en un contexto artificial. Pero tenemos los suficientes datos empíricos y epistemológicos como para afirmar que existe una diferencial realidad entre unos seres humanos y otros, presentándose esta diferencialidad como enriquecimiento social y humano digno de desarrollar y potenciar, y no tanto como una patología a la que hay que inutilizar y negativizar.

 

A lo que me refiero es que, si los Intercognitivos (INCOG), representan a más de un 30% (según mis estimaciones) de la población, habría que reajustar los parámetros de “normalidad” establecidos por estudios arcaicos realizados en otras épocas, que no toman en cuenta la evolución o involución humana (mirada positivista o negativista dependiendo de la visión, línea teórica o perspectiva paradigmática que utilicemos).

Detectar en nuestros niños/as, si presentan las características principales de los INCOG, es vital para sostenerlos en el proceso de autoaprendizaje que se les presentará a lo largo de su vida.

 

Acompañemos y apoyemos su camino,  para que desarrollen todas sus potencialidades y cualidades que traen como impronta original, pues su función positiva no solo beneficia a su salud psico-emocional de forma individual, sino que servirá para ayudar a todo el colectivo humano.


Share by: